26 de enero de 2009

SOBORNO IMPERIAL

Publicado en el Diario Útima Hora el 24 de enero de 2009

El caso Siemens puso al descubierto la falacia que los países del primer mundo se encargaron de “exportar” desde tiempos inmemoriales: que los grandes actos de corrupción eran “productos de marca sudaca-latina”

El 15 de diciembre de 2008 la conocida empresa alemana Siemens, vinculada a las telecomunicaciones, se declaró culpable de soborno y corrupción.

La misma recurrió a éstas vías para alzarse con importantes contratos en Alemania y en los EEUU y, a través de éstos, en muchos países de nuestra región, incluido Paraguay.

Finalmente, acordó pagar multas de US$ 800 millones en EEUU y de US$ 540 millones en Alemania.

El operativo “pague la coima y adjudíquese el contrato”, de la forma que lo hizo la Siemens, para algunos analistas fue casi un dejo de inocencia.

Y es que la compañía habilitó en pisos exclusivos, en los mismos edificios donde funcionaban sus respectivas sedes, tres oficinas a las que llamaban “escritorio de efectivo”.

El acceso a éstas dependencias era privativo para los empleados que llegaban con maletines vacíos para llenarlos de dinero.

Estos podían retirar hasta un millón de euros con el fin de obtener contratos para la división de equipos de telecomunicaciones de la Siemens.

Pero lo que más sorprendió a los investigadores fue que nadie atinó en hacer mayores preguntas.

Los mismos gerentes aprobaban las partidas de dinero que se solicitaban.

Incluso la compañía dedujo impuestos hasta 1999 asentando los sobornos como “gastos útiles”.

Fue así que alrededor de US$ 67 millones salieron sin problemas de las arcas de la compañía entre 2001 y 2004.

No había complejas estructuras financieras como las que usan los narcotraficantes o quienes se dedican al lavado de dinero.

Los pagos ilícitos continuaron durante años después de que Alemania prohibiera el soborno de funcionarios extranjeros en 1999 y, sobre todo, después de que la Siemens se incorporó a la bolsa de valores de Nueva York en el 2001, hecho que terminó por delatarla para confirmar aquello de que “no existe el crimen perfecto”.

Y fue así como en vez de contar el dinero mal habido en sus oficinas, la firma los colocaba en cuentas especiales, bien alejadas de los libros contables.

La Siemens gastó cerca de US$ 805 millones en sobornar funcionarios extranjeros durante los seis años posteriores a la entrada de la compañía en la bolsa de Nueva York.

Según Peter Eigen, fundador de Transparencia Internacional, la generalidad de las compañías que operan en el mercado internacional sabían que tanto Alemania como la mayoría de los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) permitían el soborno y hasta lo subsidiaban.

Todo ello produjo el fenómeno de la investigación estricta a las grandes compañías europeas y norteamericanas, otrora intocables por el “prestigio, pulcritud y transparencia en sus negocios”.

Y es así que hoy cerca de 30 de las mayores firmas de Alemania y Francia están siendo investigadas o acusadas por sobornar funcionarios extranjeros.

Alemania ha ido mejorando poco a poco su posición en el “índice de pagadores de sobornos” de Transparencia Internacional.

Pero el caso Siemens puso al descubierto la falacia que los países del primer mundo se encargaron de “exportar” desde tiempos inmemoriales: que los grandes actos de corrupción eran “productos de marca sudaca-latina”.

Ahora es cuestión de pasar la factura a quienes nos expoliaron por décadas con sobrefacturaciones perpetradas por medio de la aviesa manipulación de licitaciones y contratos públicos que nos imponían la compra de productos fabricados en poderosos países del primer mundo.

Sin dudas, es una obligación de los nuevos gobiernos de la región reclamar un justo resarcimiento por daño y delito de tal porte.

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