26 de enero de 2009

OBAMA Y LA "PESADILLA" BUSH

Publicado en el Diario Útima Hora el 10 de enero de 2009

El 20 de enero de 2009 los ciudadanos estadounidenses y el mundo entero celebrarán el fin de ocho años de una de las mayores pesadillas de la historia política: la presidencia de George W. Bush...

Barack Hussein Obama, asumirá el poder del país todavía más poderoso del planeta el próximo 20 de enero.

O sea, le quedan apenas diez días para “disfrutar” de la luna de miel que le produjo su victoria electoral.

Dicho con otras palabras, no tendrá tiempo para hacer uso de los tradicionales “cien días de gracia” porque la crisis financiera desatada en el último trimestre de 2008 avanza a una velocidad sin precedentes.

Y así como en la depresión de 1929, un presidente desacreditado ensaya su despedida, el electo debe hacer uso inmediato de su autoridad con decisiones que incluso le harán girar radicalmente varios capítulos de su programa de gobierno.

Es que en el cuarto trimestre de 2008 el PIB norteamericano sufrió una nueva y mayor retracción que la del período previo.

Lo que terminó por configurar un tremendo escenario de recesión para los habitantes del país del norte.

Sin dudas que Obama deberá rehacer todos sus cálculos y propuestas económicas en un arduo intento de sortear los severos limites que encontrará para evitar que la recesión se extienda más allá de 2009.

De no ser así tenderá un prematuro desgaste tan fulminante como la esperanza que supo construir.

Y si hay que definir el paquete que George W. Bush deja a su predecesor, sin el ánimo de exagerar, no puede hablarse de menos que una bomba atómica de tiempo.

Y es que la necesidad de volcar fondos públicos a la economía norteña es tan gigantesca como los límites que se derivan del daño fiscal a reparar.

Algunas de las “herencias” que recibirá el nuevo inquilino de la Casa Blanca, pueden encontrarse en:

1) Los innumerables reclamos de la gran base social, concentrada en la media, de la que más apoyo recibió Obama;

2) Unos de los indicadores más altos de desempleo que del 6 por ciento saltó al 9 por ciento luego de la recesión, sin dudas un drama social y fuente adicional de empobrecimiento del mercado interno;

3) La inflación que se triplicó en los últimos ocho años, alcanzando el 4,5 por ciento, cifra sumamente elevada para los parámetros estadounidenses;

4) Déficit en la cobertura de salud, considerando que alrededor de 46 millones de ciudadanos carecen completamente de ella, a pesar de que el gasto en dicha área ha crecido ostensiblemente.

Es así que los números rojos que dejará Bush no terminan de acumularse.

Y ello hace que la receta que ofreció Obama durante la campaña electoral ahora se haya reducido a un listado de buenas intenciones cuya viabilidad deberá ser reevaluada a partir del 20 de enero próximo.

El dilema del electo presidente norteamericano no pudo ser mejor definido por el conocido investigador del Instituto Peterson al señalar que “Obama tiene el enfoque típico de los demócratas, de aumento de los gastos, con reducción de los impuestos para la clase media y aumento para los más ricos. Pero hoy enfrentamos una grave recesión con un déficit fiscal enorme, por lo que su capacidad de acción en términos de gastos y reducción de impuestos será muy limitada” (sic).

¿Será capaz el primer afroestadounidense en llegar al poder, cuando la emoción vaya pasando y su escasa luna de miel quede en el recuerdo, de resolver esta ecuación que parece imposible?

Sólo el eco del futuro responderá.

Pero si para consuelo vale, el 20 de enero de 2009 los ciudadanos estadounidenses y el mundo entero celebrarán el fin de ocho años de una de las mayores pesadillas de la historia política: la presidencia de George W. Bush.

Aunque algunos sostengan que, así como a Castro, será la historia quien lo juzgará y lo absolverá.

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