26 de enero de 2009

CRISIS DE CIUDADANÍA

Publicado en el Diario Útima Hora el 20 de diciembre de 2008

En un sistema democrático, la confianza debe recaer en todos los poderes del Estado, de lo contrario, se estará frente a una democracia débil, sostenida únicamente por la figura que inspira mayor credibilidad...

A pesar de que la comunidad política observa con peligrosidad un probable aumento de la participación ciudadana en tiempos de crisis, en general, ésta es valorada como algo positivo y como condición para el desarrollo de las democracias.

Sin embargo, es importante destacar que la actual crisis económica produciría una fuerte movilización social que luego se irá diluyendo a favor de una mayor concentración de poder, cooptación de líderes y exclusión de participación republicana en el sistema político.

Así, la crisis no ampliará los márgenes de participación democrática en las decisiones públicas, sino que terminaría profundizando la confusión entre Estado y Gobierno y entre Gobierno y mando autoritario del Poder Ejecutivo con la consecuente anarquía en el Poder Legislativo.

Sin dudas que el gobierno aliancista ha heredado una elevadísima deuda social y es por eso que, a pesar de erigirse del poder luego de más de seis décadas de dominio unipartidaro, existe aún un elevado grado de desconfianza en el gobierno y poca participación de los ciudadanos que permita fortalecer la cohesión social.

Esta deuda social pone al descubierto que la población especialmente urbana presenta bajos niveles de confianza y participación ciudadana, abriendo, de esta manera, una problemática en el seno del concepto de ciudadanía.

Por eso el pueblo debe tener muy en claro que la ciudadanía se relaciona no sólo con el respeto por los derechos del ciudadano, sino también con las obligaciones de los mismos en su vida social y política.

Y como ya lo advirtió el politólogo estadounidense Joseph Nye, la confianza ciudadana en las instituciones de gobierno permite a las diferentes agencias públicas actuar con mayor libertad, y al mismo tiempo, los ciudadanos más confiados estarán más predispuestos para cumplir con sus obligaciones y participar activamente en la vida pública.

Asimismo, en el enfoque de desarrollo humano presentado por el Premio Nóbel indio Amartya Sen se destaca que la desconfianza política entraña condiciones de desigualdad al generar efectos de exclusión o formas adversas de participación en esferas relevantes de actividad.

A su vez, los bajos niveles de confianza indican la presencia de una democracia débil y la ausencia de calidad gubernamental, porque el nuevo ramillete político en el poder ha enviado poco o casi ninguna señal de cambio con respecto al derrocado poder político el pasado 20 de abril.

A simple modo de ejemplo puedo citar como más de lo mismo al tratamiento del Presupuesto 2009 así como a la modalidad para renovar la Justicia en todas sus instancias, desde la Corte Suprema hasta el ultimo Juzgado de Paz.

Y aquí resulta importante destacar que en un sistema democrático, la confianza debe recaer en todos los poderes del Estado, de lo contrario, se estará frente a una democracia débil, sostenida únicamente por la figura que inspira mayor credibilidad donde los ciudadanos pasan a ser actores esporádicos del espacio político en tiempos electorales y se vuelven “clientes” del aparato político del Estado lo que da lugar a una marcada desvalorización del voto como factor de cambio.

Y es así como el propio sistema de partidos políticos esta convulsionado por la reiterada práctica de cooptación de lealtades de todo tipo mediante el uso de recursos públicos.

Por eso deben incentivarse los espacios de participación social y política en un país actualmente amenazado por la exclusión y la inseguridad.

Y superar la crisis de ciudadanía es el mayor desafío.

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