1 de diciembre de 2008

UNIVERSIDAD Y CULTURA

Publicado en el Diario Útima Hora el 29 de noviembre de 2008

Los hechos culturales no son un fenómeno nuevo porque coexisten con la historia de la humanidad, son inseparables de la educación desde el seno familiar y resultan como fruto laborioso de las sucesivas generaciones.

¿Cómo explicar la sorprendente actualidad de la cultura en el lenguaje social de hoy?, es una pregunta hasta ahora sin respuesta de los estudiosos e intelectuales.

Mas de cien países han constituido Ministerios de la Cultura o creado instituciones con encargo de mantenerla y engrandecerla.

Y hasta la propia Iglesia Católica creó el 20 de mayo de 1982, por iniciativa de Juan Pablo II, el Consejo Pontificio de la Cultura.

Debe reconocerse que los hechos culturales no son un fenómeno nuevo.

Coexisten con la historia de la humanidad, son inseparables de la educación desde el seno familiar y resultan como fruto laborioso de las sucesivas generaciones.

Hoy las sociedades y las naciones advierten que su supervivencia gravita sobre los testimonios culturales, pero hallan deteriorada su identidad.

Saben que la persona, ante el desmoronamiento de la cultura -que le es a la vez herencia y conquista-, se encuentra privada de los derechos a ser y a existir dentro de domicilio conocido y acogedor y se siente como levitada y sin sustento espiritual.

Decía José Martí: “Es necesario ser cultos para ser libres”.

Y si la cultura es condición de la existencia de la persona, como lo afirma José Surukhan, cuando hablamos de culturas en peligro nos referimos directa o indirectamente a la destrucción de la persona como gente, como ser humano concreto e indivisible.

Por ello, la cultura, cuya importancia en los programas de Gobierno es casi nula y a la que una inmensa mayoría de la sociedad da las espaldas, hoy más que antes debe resultar un urgente imperativo en el quehacer universitario.

Y es que la Universidad, sin ser la única, desempeña papel protagónico en la función educativa y cultural de una sociedad cambiante a paso presto.

Prolijo y oneroso sería adentrarnos en las causas y evidencias de los cambios culturales que ocurren tan rápidos y sorprendentes en nuestros días.

Pero no podemos dejar de mencionar a los grandes agentes tecnológicos que afectan y modifican la cultura, tales como: la energía nuclear, la electrónica, la química, las macromoléculas artificiales o sintéticas, la astronáutica, la informática, la ingeniería biológica, entre otros.

Estas son causas de orden técnico que con variados y en ocasiones discrepantes modos influyen en el alma y en el cuerpo de la sociedad.

Están también los desasosiegos que por doquier se advierten en el mundo y que no siempre pueden declararse inmunes de estimular convulsiones sociales.

A simple modo de ejemplo tenemos: la impugnación juvenil a todo lo establecido; los movimientos pacifistas enfrentados con los terroristas y violentos; el desencanto de los sistemas sociales, políticos y económicos, incapaces de saciar el hambre de los pueblos y de causar suficientes fuentes de empleo y sustentación, pese a tantas promesas ilusorias; el fracaso de los tentadores pero equívocos modelos de desarrollo; la protesta porque la industria contamina el ambiente y destruye los recursos naturales que a la sazón hacen a la esencia del patrimonio de toda la humanidad; las justas reivindicaciones para que la mujer y las generaciones jóvenes entren de lleno en el gobierno de las sociedades y en la elaboración de la cultura, con efectos benéficos pero que afectan también al núcleo y raíz de toda sociedad, que es la familia.

En fin, la crisis de rancios valores éticos y morales rectores de los comportamientos individuales y colectivos debe ser abordada desde la Universidad y ésta tiene que abandonar su enclaustrada función para convertirse en iluminadora activa de la oscuridad que impone la ceguera que sufren quienes desde la política dominan las decisiones que terminan convirtiéndonos a los ciudadanos en individuos consumibles y desechables.

MEDIATIZACIÓN Y CAMBIOS SOCIALES

Publicado en el Diario Útima Hora el 15 de noviembre de 2008

De la post dictadura a esta parte nuestra sociedad vivió un proceso de mediatización acelerada, donde los medios audiovisuales ocupan un lugar central para la construcción de la idea que se tiene del mundo...

Nada es como era.

La sociedad hoy poco tiene que ver con aquella de dos décadas atrás.

Apenas dos canales de aire locales y otro, clandestino, antena casera mediante, nos permitía ver programas de la televisión Argentina a través de un canal formoseño.

El video cable ni pensar.

Significaba atacar al monopolio de las antenas parabólicas del entonces poderoso Coronel Gustavo Stroessner Mora.

Haciendo historia, era la época que en Paraguay sólo se informaban los que poseían nivel adquisitivo para comprarse una antena parabólica, mientras el resto de la población no tenía acceso a las cadenas de información permanente, ni a los canales temáticos de rock, deportes, turismo, documentales, dibujos animados para chicos, gourmet, entre otros.

La publicidad y el marketing no tenían tanta importancia, ni las encuestas ni los estudios sobre las necesidades y demandas de los consumidores.

Tampoco se habían producido los cambios urbanos que acompañan los cambios mediáticos: no existían los shoppings, ni los delivery, ni las estaciones de servicio fashion.

Casi nadie tenía computadora, Internet no existía y del fútbol se veía un resumen recién los lunes a la noche.

Los cambios fueron tan veloces y profundos que no resulta ironía afirmar que esa época realmente parece la prehistoria.

El arqueólogo que estudie esos cambios tendrá sin duda una certeza: los medios están en el centro de todas esas transformaciones.

Los medios hoy saben que ocupan un lugar privilegiado en la vida cotidiana, que generan corrientes de opinión, ideas y creencias sobre el mundo, y que muchas veces llegan incluso a reemplazar a otros actores sociales.

Y no sólo lo saben ellos, los espectadores también.

Estos lo aceptan de manera activa porque ya no mantienen una relación utilitaria sino que desarrollaron un vínculo de cercanía.

Dicho con otras palabras, no ven a los medios por la necesidad de estar informados ni lo miran para entretenerse un rato.

Muy por el contrario, mantienen una relación familiar afectiva, por momentos incluso empática, como cuando la televisión se muestra como representante de las necesidades de la gente.

De la post dictadura a esta parte nuestra sociedad vivió un proceso de mediatización acelerada, donde los medios audiovisuales ocupan un lugar central para la construcción de la idea que se tiene del mundo.

Y es así que incorporó como propios los valores que los medios transmiten: la inmediatez, la velocidad y la importancia de la imagen.

En Paraguay los medios audiovisuales iniciaron el camino hacía el mundo de la polémica, de la moda y del consumo, recién con el advenimiento de la democracia.

La aparición de los multimedios, la explosión del cable, la globalización de la información, la banalización del uso del “vivo y en directo” -hace 20 años el vía satélite era toda una proeza técnica-, la segmentación del público producto de los canales temáticos, son todos fenómenos típicos de una sociedad mediatizada.

La mediatización, obviamente generó controversias.

Para muchos intelectuales e investigadores fue un avance democratizador pero para otros, en cambio, es una de las caras de la globalización y de la pérdida de la dimensión crítica de la sociedad.

Por tanto, de una u otra forma, se vuelve imprescindible comenzar a entender los efectos de la mediatización y proponer un debate sobre esta cuestión.

Y es una deuda en la agenda de discusión intelectual.