18 de julio de 2008

VANIDAD DE VANIDADES

Publicado en el Diario Útima Hora el 19 de julio de 2008

Derramamos toda la tinta de la corrupción sobre el último de los gobernantes olvidando que éste es apenas el hijo del derrocado Bruto, mas nunca nadie se ha preocupado por deshacerse de todos los hijos de Bruto...

Quien trate de descifrar la caída inminente de las fichas de dominó y sus efectos, es mantenido bajo estricta reserva porque quienes detentan el poder temen hacer conocer la cruda realidad de los hechos. Y es así como los negocios del gobierno transitan por arenas movedizas lo que a su vez provoca el efecto dominó.

El drama del gasoil es apenas un ejemplo de las consecuencias de considerar, desde tiempos inmemoriales, a la empresa estatal PETROPAR y a su antecesora REPSA, como la “caja chica” de los gobernantes de turno. La contratación del flete ha sido el negocio y la preocupación de sus administradores de turno, donde un plan estratégico de aprovisionamiento y reserva de stock, nunca fue prioritario.

Entonces, la percepción de la ciudadanía hoy acerca de que el actual gobierno es el más corrupto y el de la dictadura el de menor exposición al flagelo tiene su respuesta simplemente en la ignorancia de un pueblo al que la clase política le conviene mantenerlo en el olvido y desconocimiento de los hechos. Y es de incultos percibir al gobierno del dictador como el menos corrupto como también será equívoco avistar al actual como el más benevolente.

Ningún gobierno, que se recuerde desde 1954, puede tildarse de impoluto. El dictador y su entorno ha vaciado una y mil veces las arcas públicas. ¿O acaso debe olvidarse aquella acostumbrada respuesta de Alfredo Stroessner a quien osaba solicitar una mejora de su escuálido ingreso como funcionario público? ...”¡vaya y haga su sueldo!” era la orden del tirano. Dicho con otras palabras, ¡vaya y robe pero cuidado con olvidarse de la corona!

Entonces, ¿cual ha sido el factor motivador del cambio en la percepción de la gente sobre la corrupción y sus gobernantes? Simplemente que antes del 2 y 3 de febrero de 1989 los paraguayos vivíamos rodeados de hampones con padrinos disciplinados que tenían como misión distribuir ordenadamente las joyas recogidas por medio del uso y abuso de bienes malhabidos, tanto públicos como privados.

Pero llegó la primavera democrática y con ella también se democratizó la corrupción a tal punto que del pulcro estilo propio de Vito Corleone se pasó rápidamente al desaliñado pistolazo más consustanciado con el bandidaje del viejo oeste americano. Y a eso apunto hoy, a plantear que es lo que ha pasado y está pasando.

Las señales aparecen pero la gran mayoría actúa como si lo que está ocurriendo no tuviera nada que ver con uno mismo. Todo anda muy rápido y vivimos dormidos con los quehaceres de la vida, sin tiempo para reflexionar. Estamos inmersos en la vanidad y olvidamos el pasado, vivimos el presente y no nos preocupamos por el futuro.

No en vano el gran apóstol Pablo de Tarso mencionó en varios pasajes de sus obras “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, recurriendo al antiguo testamento (Eclesiastés, capítulo 1, versículo 2). Y es así como se derrama toda la tinta de la corrupción sobre el último de los gobernantes olvidando que éste es apenas el hijo del derrocado Bruto, mas nunca nadie se ha preocupado por deshacerse de todos los hijos de Bruto.

Cuanta falta hace guardar bajo la almohada al “Príncipe” de Maquiavelo y noche a noche disfrutarlo, cuanto menos, con una breve lectura. Quizá nos ayude a pellizcarnos, cuestionarnos y revisarnos, porque algo anormal está acaeciendo.

EL CALLEJÓN DE LA ALIANZA

Publicado en el Diario Útima Hora el 12 de julio de 2008

El organigrama estatal, sin dudas, es el gran rompecabezas de la Alianza y si no se lo diseña convenientemente podría convertirse en su callejón sin salida.

Los gobiernos latinoamericanos se caracterizan por integrar los cargos públicos de alto rango conforme a las propuestas de las organizaciones políticas partidarias. Por tanto, resulta equivocado criticar a la Alianza en el poder a partir del próximo 15 de agosto por la designación de las personas que ocuparán los puestos principales, con base en el llamado “cuoteo político”. Ahora bien, tampoco esta práctica supone nombrar ineptos, incapaces y corruptos.

Lo que se pretende con este modelo de gobierno es que el Estado esté administrado eficientemente y al servicio del bien común, al tiempo de valorar el aporte de las organizaciones políticas y sociales con gentes idóneas y capaces que las represente en el ejercicio de la función pública. A su vez, resulta equivocado que partidos o movimientos reclamen mayor espacio de poder con la ocupación de cargos por el número de votos o afiliados.

Todos los partidos, movimientos y organizaciones aliancistas se encuentran en igualdad de derechos y obligaciones y esta premisa es aplicable también al servicio público de alto rango en la cadena de mando. Entonces, ¿cual es la salida más viable del callejón que llevará al nuevo gobierno al ejercicio del poder y a la administración del Estado en los próximos cinco años?

Sin dudas saber interpretar que: 1) el administrador general del país es el presidente de la República, por mandato constitucional, por tanto principal responsable por las consecuencias de los actos de gobierno; 2) Fernando Lugo Méndez es quien tiene la lapicera y la responsabilidad de designar a las personas que considera capaces e idóneas para que les acompañen en su labor pues en definitiva será el único responsable por las decisiones que aquellas adopten; 3) Los partidos, organizaciones sociales y movimientos políticos tienen el derecho de proponer a quienes consideran idóneos y capaces para que el presidente los designe; 4) El organigrama estatal debe ser funcional y coordinado y, por tanto, Instituciones que se interrelacionan y trabajan juntas, por su finalidad, deben estar dirigidas por personas que sintonicen ideológicamente y cuenten con una visión compartida del rol que les compete cumplir con base en los objetivos que el programa de gobierno determine para las mismas.

Y es así como debería entenderse el porqué de la dimisión de Milda Rivarola como Ministra de Relaciones Exteriores del nuevo gobierno antes de asumir el cargo. Milda, idónea, capaz, culta, no maleable y con carácter, debió estar en sintonía con los titulares de los Entes Binacionales porque éstos integran la política exterior y son estratégicos para los fines de la Alianza. Carlos Mateo Balmelli, también profesional idóneo, capaz, no maleable, con carácter y tan culto como Milda, de quien se dice incluso ejerció la mejor presidencia del Congreso en lo que va del período democrático, designado titular del Ente Binacional Itaipú, no está en sintonía ideológica con la historiadora dimitente, ni comparte quizá la misma visión de Milda sobre la política energética del gobierno aliancista. El organigrama estatal, sin dudas, es el gran rompecabezas de la Alianza y si no se lo diseña convenientemente podría convertirse en su callejón sin salida.

ESPERANZA Y CONFIANZA

Publicado en el Diario Útima Hora el 4 de julio de 2008

La confianza es un valor determinante en la consolidación de un clima adecuado para la recuperación de la economía, para el crecimiento macroeconómico y para la generación de fuentes de empleo.

Hace unos días un amigo, que un par de años atrás decidió radicarse en Madrid huyendo de la malaria económica, me decía en el chat “… veo que está muy movida la cosa, para bien, en el Paraguay; mucha gente nueva y joven en el futuro gobierno; me parece muy agradable; espero que puedan hacer bien sus respectivas tareas… Sí, le respondí, con algunos tropiezos también o pisadas de palitos pero es normal luego de seis décadas…” Al culminar el intercambio de ideas me interrogué si quien abrigaba esperanza y quien expresaba confianza.

Indudablemente, mi amigo Efraín, desde la puerta del sol, entre tapas y tabernas, confiaba en el cambio, sin embargo yo, aquí y muy cercano a la realidad, opté por mantener mis esperanzas en el devenir de días mejores. Elegí no desabrigarme asiéndome fuertemente del tapado de la esperanza, mas guardé cierta cautela y me resistí a entregar un cheque en blanco a la confianza. Y es que la crisis de confianza fue un fantasma que ha recorrido el país y el mundo.

La confianza es un valor determinante en la consolidación de un clima adecuado para la recuperación de la economía, para el crecimiento macroeconómico y para la generación de fuentes de empleo a través de las inversiones que necesariamente deberán provenir de capitales foráneos. Sin dudas el caos económico con su secuela social ha puesto en situación crítica la propia institucionalidad del Estado, porque ha pulverizado su legitimidad como factor detonante de la agonía de un pueblo sumido por muchas décadas en la desesperanza. Las más afectadas, sin dudas, han sido las entidades micro-económicas por el derrumbe y quiebras fraudulentas de entidades privadas, principalmente asociadas al sector financiero.

Entonces, uno de los principales desafíos del gobierno aliancista es recuperar la confianza pública que se ha erosionado y con ella ha desaparecido la seguridad para dar camino transitorio al riesgo que muy pronto cedió su dominio a la incertidumbre y al caos. Es así como se destruyeron organizaciones, se deterioró el crecimiento económico, se envileció el ahorro, la inversión y el empleo, condenando a amplios sectores sociales a la pobreza. Y en la práctica constituyó una expropiación social perpetrada desde las pirámides de las corporaciones multinacionales del capital financiero, de la distribución y de los servicios. Pero resulta paradójico, pues los pactos comerciales condenan a la expropiación como recurso social del Estado, pero ésta resulta válida y aceptada por los gobiernos corporativos contra los intereses de inversionistas, consumidores, usuarios, proveedores, otorgantes de créditos, trabajadores, competidores, estado y sociedad.

En fin, contra el interés del público y en beneficio de los ejecutivos golondrinas que integraron una poderosa élite de opresión. Por eso el próximo gobierno debe acabar con los perimidos conceptos que hacen ver al sector empresarial y ejecutivo como “casta intocable”. Y al tiempo de devolver esperanza debe generar confianza haciendo que cada ciudadano contribuya más con el ejemplo de sus acciones si es que ansía educar en la ética y la moral.