21 de abril de 2009

PRENSA, PALABRA Y VERDAD

Publicado en el Diario Útima Hora el 28 de marzo de 2009

La libertad de prensa esta siempre en peligro, pues la tendencia a suprimir las opiniones distintas a las propias, es profunda e imposible de erradicar...

En el ejercicio del periodismo se maneja un arma muy poderosa: la palabra.

De ella podemos decir que encierra en sí una fuerza de expansión de mayor alcance que una destructora bomba o una mortífera granada.

Cuando los revolucionarios franceses lanzaron desde lo alto de las ruinas de la Bastilla su lema “libertad, igualdad y fraternidad”, estos tres vocablos provocaron, no solo en París, Francia y Europa, sino también en el mundo entero, una deflagración tal en las carpas de aire de la historia, que desde entonces millones de personas vivieron o murieron, por ellos o contra ellos.

Es así como en la modernidad se concede a la palabra doble potencia: la verdad y la mentira; una letal y otra vivificante.

Éstas son dos realidades contrarias pero inseparables, donde quienes las utilizan tienen la misma ocasión de engañar como la de aclarar.

Y todo depende de la recta o torcida intención de quien la maneja.

Pero el poder de la palabra solo se puede desarrollar en un ambiente de libertad por lo que la libertad de prensa no es un concepto aislado.

Funciona dentro de diferentes contextos políticos que profesan ideas distintas con relación a la naturaleza del hombre, la naturaleza de la sociedad y el Estado.

Y fueron éstas ideas las que originaron distintas concepciones de lo que es la prensa misma y, por tanto, el concepto de libertad de prensa.

Luego de seguir las deliberaciones de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), reunida la semana pasada en nuestra capital, y tras haber contrastado con las declaraciones de dos referentes importantes del gobierno de Ecuador, se confirma lo dicho en 1947 por una comisión presidida por Robert M. Hartchins, acerca de que la libertad de prensa estaba siempre en peligro, pues la tendencia a suprimir las opiniones distintas a las propias, es profunda e imposible de erradicar.

Para contextualizar mejor, miembros de la SIP señalaron en Asunción su preocupación por la forma en que ciertos gobiernos coartan a los medios de comunicación y hasta vetan periodistas, con el arma económica de la asignación discrecional de la publicidad estatal.

En Paraguay, Caritas, la radioemisora católica, es fiel ejemplo, pues en los últimos años ha logrado un importante repunte en audiencia, sin que los estudios de medición hayan logrado “convencer” pautar en la misma, a quienes deciden asignar los avisos con cargo al erario público.

Lo mismo se puede decir del gobierno argentino cuando Néstor Kirchner inició una rauda retirada de avisos pagados con fondos estatales a los medios que mantenían a periodistas como Jorge Lanata y Nelson Castro, por citar apenas dos casos emblemáticos.

Y coincidente con la reunión de la SIP en Asunción, se dio la presencia del presidente ecuatoriano Rafael Correa, a la que criticó duramente afirmando que no solo en su país sino en América Latina la “prensa es corrupta y mediocre, que cumple un rol político”.

A su vez, en la misma línea, su ministro de Coordinación Política, Ricardo Patiño Aroca, declaró en febrero pasado a la prensa colombiana que “la gran prensa, es hoy el mayor partido político de oposición en Ecuador”.

Después de estas reflexiones, se pueden obtener algunas conclusiones:

1) La libertad de prensa necesita protección;

2) El derecho a la libertad de prensa no es incondicional, y

3) Quienes ejercen el periodismo deben hacer un acto de compromiso con la palabra y la verdad.

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