16 de abril de 2009

EDUCACIÓN... ¿SUPERIOR?

Publicado en el Diario Útima Hora el 21 de marzo de 2009

En la era del conocimiento, de las nuevas tecnologías y de la información, la responsabilidad social de la educación superior adquiere dimensiones todavía inéditas...

La educación es la llave para todo, tanto para el bien como para el mal.

Cumple una función moral y es un patrimonio público no transable.

Su auge o decadencia se hace notar por la forma de actuar de las personas que han pasado por sus diferentes ciclos.

En lo que respecta a la educación superior, ésta ha venido recibiendo últimamente muchas críticas, fundamentalmente por la apertura indiscriminada de universidades donde la injerencia del poder político es la principal causante.

Les invito a echar una mirada al mundo para volver a analizar esta situación preocupante y sumamente crítica.

Durante las últimas dos décadas, la humanidad ha experimentado un proceso acelerado de cambios en las sociedades y en las instituciones.

Y esto se manifiesta en todos los ámbitos del acontecer político, económico, cultural y científico.

Cambios y transformaciones que presagian el advenimiento de una nueva era en la cual la educación, el conocimiento, las redes de comunicación y el factor humano juegan un papel protagónico.

Estos cambios y trasformaciones son el resultado de la interacción de varios factores que han venido gestando el proceso de reestructuración económica, una revolución tecnológica, la ampliación de la intensidad de la producción y distribución de bienes y servicios a través del ámbito internacional, entre otros.

Procesos éstos que tienen un impacto en todo el planeta, más aún en épocas de crisis, donde los mercados se achican y la competitividad prevalece para permanecer en ese nicho.

Dicho con otras palabras, son fenómenos que constituyen la tercera globalización en la historia de la humanidad.

Es así que emerge un nuevo tipo de sociedad a la cual se le ha llamado la “sociedad de la información y el conocimiento”.

Y en un nuevo contexto de integración y regionalización, en la era del conocimiento, de las nuevas tecnologías y de la información, la responsabilidad social de la educación superior adquiere dimensiones todavía inéditas.

Parafraseando a Marco Antonio Días, Director Internacional de Educación Superior de la UNESCO, podemos aseverar que se impone una urgente reforma de la educación superior que haga realidad la utopía de la construcción de sistemas de educación superior donde las instituciones se caractericen por la calidad, la pertinencia, la equidad y que su gestión de solidaridad promueva la colaboración en diferentes modalidades y formas que adelanten el progreso de la región sobre la base de un desarrollo humano sostenible.

Volviendo a nuestra realidad veamos con que nos encontramos: políticos irresponsables carentes de idoneidad que habilitan universidades como mercaditos convirtiéndolas en vulgares negocios de compra-venta de títulos; Organismos idóneos para calificar y dictaminar sobre la procedencia de la apertura de universidades que son obviados del proceso, tales como el Consejo de Universidades, el Consejo Nacional de Educación y Cultura y la Agencia Nacional de Acreditación y Evaluación; politiqueros que amparados en su rol circunstancial de parlamentarios habilitan sus propias universidades impulsando leyes con el solo objetivo de no permitir control alguno sobre las mismas.

Y paremos de ejemplificar.

Ante tan cruda realidad, urge revisar la habilitación de una treintena de universidades de las más de cuarenta cuyo funcionamiento fue autorizado al amparo de la irresponsabilidad del Poder Legislativo.

Salvo que el objetivo sea el de contar con una educación en y para lo inferior.

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