16 de abril de 2009

CULTURA POLÍTICA

Publicado en el Diario Útima Hora el 14 de marzo de 2009

La cultura depende del grupo mayoritario que, como resultado de un proceso de aculturación, la considera legítima y al organizarse políticamente resulta necesario seleccionar al grupo que habrá de proteger su existencia...

Cuando se habla de cultura generalmente se hace referencia a la cultura dominante u oficial, a las formas de comunicación, tareas y ocupaciones que le han permitido sobrevivir a las sucesivas generaciones.

En escasas palabras, entendemos por cultura la personalidad única que un pueblo ha adquirido a través de muchísimo tiempo.

Es el resultado del diario convivir y de la convivencia común de generaciones.

Por otro lado, la política, simplificando algo habitualmente enredado, trata de fenómenos de poder y se singulariza por el vehículo correspondiente entre los que mandan y los que no mandan.

Relata relaciones, ilusiones y amarguras entre los que deciden y los que no deciden en un grupo social.

Por tanto, no puede dejar de relacionarse a la cultura con los fenómenos políticos.

A su vez, la cultura resulta en una serie de interacciones, donde cada persona juega un papel, en un libreto casi predeterminado por la memoria de la civilización o sociedad de la cual forma parte.

Es así que una gran parte de la sociedad acepta o consiente a la mayoría del sistema de valores y formas de comportamiento que hacen a su cultura donde quien las rechaza se expone a la coerción y a las sanciones.

Dicho de otra manera, la cultura también trata de una serie de castigos con el propósito de conservarse a sí misma.

Sanciones que pueden ser de diversa índole: religiosas, como desprecio al que rechaza la existencia de Dios; sociales, como rechazo y falta de aprecio al que no se asea; legales, como la cárcel al que roba o le quita la vida a otro; económicas, como la de un trabajo mal pagado al que no estudia; políticas, como desprecio e intolerancia a grupos con ideas contrarias a las predominantes.

Pero, lo fundamental es que la aceptada por la mayoría de la población es la cultura oficial, bien sea por creencia o por temor.

La cultura depende del grupo mayoritario que, como resultado de un proceso de aculturación, la considera legítima y al organizarse políticamente resulta necesario seleccionar al grupo que habrá de proteger su existencia.

Es así como se llega a la política o a la cultura política.

Y aunque la política está relacionada con las sanciones o normas de conducta de una cultura donde quien sanciona o determina normas, valores o patrones de conducta es, en gran medida, el grupo político en el poder; sin embargo no debe perderse de vista que la política y el poder están íntimamente relacionados con el sistema económico y las clases sociales.

Por eso, la cultura dominante u oficial es aquella propia del sector o clase social que tiene el timón de la economía y el poder político.

Ahora bien, si el poder es la facultad de decidir cuales son las normas de conducta de una sociedad ¿quiere decir que el gobierno puede determinar la cultura del pueblo? o ¿quien lo hace es el grupo político que posee el poder?

Así las cosas, resulta interesante que cada uno de los paraguayos nos pusiéramos a pensar si nuestra cultura, en los últimos 198 años (1811-2009), esta determinada por los sucesivos gobiernos.

O si se trata de una cultura forzada o impuesta por la colonización española y, más tarde, por la guerra grande.

La respuesta no es fácil de encontrar pero lo que de por sí aparece irrefutable es la relación estrecha entre el poder y la cultura.

Un poder no abstracto porque trata de un grupo de personas con poder legal que practica su política por medio de las leyes, la Justicia y la educación, donde la influencia de los medios de comunicación resulta vital.

Y esto es así porque las normas de una cultura se convierten en leyes, son ejecutadas por el gobierno y protegidas por instituciones del poder político.

¿Será que la respuesta al infortunio que se enamoró del Paraguay, al decir de Augusto Roa Bastos, radica en el sometimiento o subordinación de la cultura al poder político?.

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