3 de febrero de 2008

UNIVERSIDAD Y BIEN COMUN

La universidad necesita de un profundo debate acerca de su misión actual así como del compromiso social que le corresponde asumir con su medio y con su tiempo.

Por historia es el espacio en el que debe instalarse la generación, la difusión y la problemática de la cultura.

En ella convergen heterogéneos campos del saber que posibilitan una posición estratégica en la comprensión integral de la realidad social, en su contexto histórico, en sus complejas determinaciones y en el desenvolvimiento de una praxis transformadora de sí y de su entorno.

Entonces surge determinante develar los muchos silencios de la universidad respecto de sí misma y de las relaciones que entabla. Ello supone definir con meridiana claridad el compromiso que debería desplegar.

Este compromiso concita varios sentidos como los de acordar con otros, colocarse en la necesidad de intervenir en un asunto en que se arriesga, descubrir la responsabilidad que tiene, asumirla, sentirse obligada seriamente a cumplir un contrato con la sociedad ... en definitiva implicarse.

Supone cumplir un mandato social que recupere el discurso crítico ensamblado en una ética de la acción que irradie en la propia formación subjetiva de la persona y aliente las condiciones prácticas de transformación social.

Hacerlo es un desafío que amerita repensar estas cuestiones y contribuir a un futuro distinto, remontar el escepticismo inmovilizante, apostar a la esperanza, no como una utopía sino como una lucha por la conquista del bien común que permita alumbrar sueños posibles.

Quizá todo lo anterior suene a discurso, a palabras huecas, pero es necesario que desde el centro universal del saber se recuperen los valores perdidos por la humanidad a causa de la globalización y el consumismo.

Y es que lamentablemente la educación toda ha sido reducida a una mercancía donde todo tiene su precio y la educación superior no ha escapado a esta concepción que rompe con todos sus esquemas y principios.

La Organización Mundial del Comercio tiene mucho que ver en esto desde el momento que declaró a la educación como un bien transable.

Y es así como a través de la formación universitaria hoy se consigue la llave para todo, sea para el bien o para el mal.

Sólo esto puede justificar que actos contra la moral sean perpetrados permanentemente por quienes han egresado de las universidades. Grandes delitos como vaciamientos de entidades financieras, estafas, saqueo al erario, manipulación de leyes contrarias a normas naturales de convivencia, entre otros, tienen como principales precursores a titulados en grado máximo, pero acartonados universitarios al fin.

Y esto es así porque detrás de acciones delictuosas existen universitarios que participan del proceso.

Entonces uno de los desafíos más importantes de la reforma de la educación superior es el de generar un nuevo estilo de gestión que sea capaz de instalar en la universidad el imán que congregue en su entorno a la mejor gente donde la calidad no sea vista como atributo sino como propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo.

Y así se podrá distinguir quien ofrece la mejor, la más mediocre o la peor calidad educativa.

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