24 de febrero de 2008

ECONOMÍA, VALORES Y VIRTUDES



Publicado en el diario ÚLTIMA HORA el 23.02.08

Asunción, Paraguay

Como ciencia social la economía implica acción e interacción de personas que se relacionan entre sí en el marco de las reglas -formales o no- de la sociedad para tratar y resolver cotidianamente aspectos del mundo material.

Es así que a muchos esta clásica concepción de la economía les presenta una duda existencial entre la ética personal y el materialismo económico.

Sin embargo, analizándola bien, es una definición que coincide con lo que afirman las encíclicas que consideran a la persona humana como el centro de toda la Doctrina Social de la Iglesia.

Y el Concilio Vaticano II en la Constitución Gaudium et Spes, expresa “El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social” (Cap. III, Nº 63).

Si se parte de la premisa que las acciones humanas son morales, positiva o negativamente, entonces la moral también debe ser analizada empíricamente.

En este contexto, si se analiza el funcionamiento del sistema económico visto como resultado de las interacciones de personas, grupos y sectores sociales, surge con meridiana claridad que ningún sistema funcionará si los actores económicos no mantienen ciertos hábitos de comportamiento que, practicados con asiduidad, se convierten en virtudes.

Estas virtudes se concretan cuando las personas llevan a la práctica valores humanos positivos.

Pero son tantas las virtudes hoy olvidadas por una sociedad agobiada por el consumismo.

Tanto es así que muchas suenan a palabras huecas o desconocidas.

Y tenemos como “virtudes raras” a la industriosidad que es el resorte de la vida económica; a la frugalidad y la templanza sin las que no puede pensarse en el ahorro y en la capitalización; a la iniciativa, la fortaleza y la confianza que conducen al progreso y anima a los empresarios a asumir riesgos e iniciar emprendimientos como también a sobrellevar los momentos de crisis.

En este innumerable listado del rostro humano de la economía también se encuentran a la responsabilidad, la honestidad, la puntualidad y al respeto por la palabra empeñada, que juntas conforman la integridad personal.

A su vez, la confianza no debe quedar rezagada pues sin ella no es posible concebir el funcionamiento de la economía de mercado.

Estas virtudes cargadas de moralidad son generalmente menospreciadas por sus críticos marxistas, fascistas y nazis, quienes despectivamente las denominan “virtudes burguesas”.

Pero sin ellas, que en realidad son “virtudes democráticas” porque son accesibles a todos, no puede funcionar ningún sistema económico, salvo los esclavistas y los coercitivos que terminan desembocando en la haraganería, el despilfarro y la irresponsabilidad.

Y precisamente el verdadero capital social se funda en el reconocimiento de la importancia de las virtudes en el desarrollo económico de un país.

Es así que cuando las personas florecen en su desarrollo humano, florecen también el desarrollo económico y la sociedad.

Por tanto, el gobernante que busque para su país un desarrollo integral y solidario debe necesariamente contemplar en su programa de gobierno la integración entre el desarrollo económico, el desarrollo humano y el desarrollo social.

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