3 de febrero de 2008

LA REFORMA UNIVERSITARIA

La reforma de la educación superior es una deuda de las autoridades en el Gobierno y de la universidad con la sociedad.

Ella no debe quedar reducida a leyes, normas y regulaciones.

El cambio para mejorar -como significado esencial de reforma- importa mucho más.

Invita a repensar y modificar perimidas actitudes y conductas.

Supone para quienes gestionan la universidad, así como para los que integran su comunidad académica, asumir nuevos roles y compromisos.

Deben entender, valorar e interpretar, en su real dimensión, el significado de una educación “en y para lo superior”.

La tecnología de la información y las comunicaciones, la globalización, la decadencia de los valores fundamentales de la persona que conspira con la recta convivencia en sociedad, son apenas algunas cuestiones que justifican la necesidad de una universidad diferente pero sostenida en los pilares de su concepción natural como centro del saber y del pensamiento filosófico, científico e intelectual.

La universidad hoy no debe aislarse de los pesados efectos y consecuencias de la actividad humana, susceptibles de cambiar el mundo a una escala sin precedentes.

La paz y seguridad del mundo no pueden seguir desamparadas de la universidad porque sus conceptos han sido alterados y desde el centro universal del saber deben ser recuperados.

La democratización, la lucha contra la corrupción, el respeto de los derechos humanos, un mayor compromiso de la humanidad con los problemas sociales y políticos, son otros aspectos que deben ser abordados desde la universidad.

A su vez, ésta debe ser conciente de su responsabilidad por trabajar desde la academia en los fundamentos éticos, económicos y políticos de la gestión del país.

Desarrollo, medio ambiente, ciencia y tecnología se suman a los nuevos desafíos de la universidad reformada.

El creciente ritmo de la globalización y liberalización así como las fuerzas opuestas a favor de la regionalización y el proteccionismo, impactan significativamente en las perspectivas de desarrollo económico y social y la universidad investigadora debe arrojar luz sobre estas tendencias.

Los problemas medioambientales son también de su incumbencia.

Ella debe estar presente en estudios que permitan lograr un desarrollo sostenible y, desde una perspectiva científica, debe ayudar a comprender los cambios relacionados con el ambiente y las fuerzas matrices a él asociadas, como la población, la urbanización, el ritmo de consumo y los progresos vinculados con la tecnología.

La difusión de las innovaciones científicas y técnicas influyen en el desarrollo socioeconómico y puede fomentar el progreso con una distribución más equitativa de la riqueza.

Entonces la investigación científica fundamental y aplicada, referida a la prestación de suplementos tecnológicos a los sectores público y privado y al medio científico, también forma parte de la labor de la universidad.

Si a la reforma de la educación superior se la limita a la burocracia de las normas y regulaciones, sin la asunción efectiva de sus nuevos roles y compromisos, estará condenada al fracaso.

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