6 de octubre de 2008

ECONOMÍA DE PAPEL

Publicado en el Diario Útima Hora el 4 de octubre de 2008

Tanto en 1929 como en 2008, los especuladores instalaron un sistema financiero con mecanismos que apuntan a la concentración de renta y riqueza.

Para comprender lo que está ocurriendo con las finanzas a nivel mundial y su crisis actual es importante rememorar aquellos factores que alguna vez volvieron necesario el funcionamiento del mercado de valores para una movilización multiplicadora y efectiva de los capitales.

Es así como las bolsas de valores se crearon, fundamentalmente, para: 1) canalizar el ahorro hacia la inversión como contribución al proceso de desarrollo económico; 2) poner en contacto a las empresas y entidades del Estado, necesitadas de recursos de inversión, con los ahorristas; 3) conferir liquidez (dinero) a la inversión, de manera que los tenedores de títulos (papeles) puedan convertir en dinero sus acciones u otros valores con facilidad; 4) favorecer una asignación eficiente de los recursos, y 5) constituir el mejor instrumento de valoración de activos financieros.

Sin embargo, estas loables intenciones nunca eximieron a las bolsas de los riesgos de los ciclos económicos como tampoco de los fenómenos psicológicos que pueden elevar o reducir los precios de los títulos y acciones. Y es por esto que llegaron a ser consideradas barómetros de los acontecimientos económicos y sociales.

Fue así como el mercado bursátil mundial ha ido evolucionando hasta alcanzar niveles tecnológicos que permitieron a sus agentes operar desde sus oficinas, con lo que quedó en silencio el tradicional golpe del martillero para dar paso a la rueda informática, a través de redes de computadoras.

Hasta aquí todo bien hasta que llegaron los especuladores y timberos que degeneraron el negocio. Y en este contexto, la bolsa de valores de Nueva York, más conocida como Wall Street, ha contado con un crecimiento inusual así como desmedida fue la aparición de los especuladores que se aprovecharon de incautos compradores de acciones que depositaron cuanto tenían apostando a una economía mentirosa o de papel.

Los empresarios inescrupulosos, con sus cómplices agentes, corredores, contadores y auditores, inflaron los valores de sus negocios comerciando basuras en lugar de acciones, olvidando que la economía debe estar al servicio de la persona, dirigiendo su objetivo central hacia el lucro inmediato en los negocios con títulos públicos, monedas y derivados. Y es así que tanto en 1929 como en 2008, los especuladores instalaron un sistema financiero con mecanismos que apuntan a la concentración de renta y riqueza.

Entonces, cuan importante resulta desempolvar la Doctrina Social de la Iglesia que en su compendio DSI Nº 234 nos recuerda que “el objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no solo cuantitativos sino cualitativos: todo lo cual es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja. El desarrollo, en efecto, no puede reducirse a un mero proceso de acumulación de bienes y servicios. Al contrario, la pura acumulación, aún cuando fuese en pro del bien común, no es una condición suficiente para la realización de una auténtica felicidad humana” (sic).

Es tiempo de terminar con las mentiras de los economistas que nos venden un mundo de rascacielos vacíos presentándonos una “primavera macroeconómica” frente a un “crudo invierno” de pobres que ocupan cada vez más los espacios del mapamundi mundial.

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