4 de abril de 2008

EL ESTADO Y LA ECONOMÍA


Publicado en el Diario Útima Hora el 5 de abril de 2008

En la política como en economía las ideas y propuestas cargadas de ideologías se reducen a simple retórica.

En política como en economía las ideas y propuestas cargadas de ideologías se reducen a simple retórica. Esto puede comprobarse con asiduidad cuando se discute acerca de la relación entre Estado y economía.

Para muchos la solución pasa por la mera reducción del Estado. Sin embargo, para otros, debe reinar un Estado grande a quien se lo provea de más instrumentos y recursos. Y las propuestas de los candidatos a la presidencia de la República, en este aspecto, no escapan a tamaña disyuntiva. Y lo que no debe sorprender es que miembros de un mismo partido, movimiento o alianza política, tengan visiones diferentes y posiciones encontradas acerca del rol del Estado en la economía.

Entonces, lo importante es pensar en lo que requiere y exige la realidad actual del país más allá de esta bizantina discusión. Y es que si se piensa en un país bien organizado y gobernado todo candidato al inquilinato del palacio lopino debe saber que tal disyuntiva no responde a una problemática cuantitativa.

Dicho con otras palabras, no se trata de perder tiempo en mediatizar el discurso acerca de tener más o menos Estado, sino en diseñarlo para que resulte eficaz de modo que permita la promoción del desarrollo económico con equidad social. Todo programa de gobierno cuando vincule a la economía con el rol del Estado, especialmente para un país del tercer mundo, debe en lo posible estar libre de demagogia populista.

Para ello quienes asesoran a los candidatos en tal cuestión tienen que apoyarse en datos confiables como los que ofrece el ranking de competitividad mundial del IMD de Suiza. Y esto es así porque -conocido y entendido este instrumento- basta con identificar el tamaño del gobierno –medido en términos del gasto público como proporción del Producto Interno Bruto (PIB)– y compararlo con el ranking de la eficiencia que junto con el rendimiento económico, la eficiencia empresarial y la inversión en infraestructura, constituyen los cuatro factores que determinan la competitividad de un país.

Tampoco debe olvidarse que Paraguay no es competitivo desde hace mucho tiempo y esto le resta presencia en el concierto comercial de las naciones. En este contexto resulta útil identificar por lo menos tres modelos principales de clasificación de estados eficaces y adoptar lo mejor de cada uno siempre que resulte aplicable a nuestra realidad. Y es que no es cuestión de inventar la rueda sino de recurrir a programas exitosos.

En este camino encontramos tres modelos: 1) El “modelo asiático” que se distingue por un bajo gasto del Estado que se sitúa entre el 15 y el 20 por ciento del PIB; 2) El “modelo anglosajón” que se caracteriza por un gasto intermedio con respecto al PIB, y 3) El “modelo de Centro y Norte de Europa” que presenta una elevada relación entre gasto público y el tamaño de la economía. Pero el escenario latinoamericano nos presenta a países heterogéneos que, según la dimensión de su Estado, van desde el “modelo asiático” como Chile, hasta el “modelo del Centro y Norte de Europa” como Brasil. Y la constante es que casi todos los países latinoamericanos cuentan con un estado poco efectivo, con excepción de Chile.

En fin, que para ser competitivo no necesariamente se necesita un Estado reducido. Y esto es así porque la solución no pasa por su “tamaño” sino por su gestión no solo económica y eficiente sino por sobre todo eficaz.

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